Golpeada por un gigantesco escándalo de corrupción, la estatal Petróleo Brasileiro SA se enfrenta a otro importante reto: la caída de los precios del petróleo está poniendo a prueba la viabilidad económica de los yacimientos de la compañía en aguas profundas.
Con una riqueza que el regulador de petróleo de Brasil estima en hasta 50.000 millones de barriles de crudo recuperable, estos campos llamados presal son fundamentales para cumplir el objetivo del Brasil de convertirse en uno de los cinco mayores productores de petróleo del mundo para 2020. (Los yacimientos presal están debajo de la capa de sal formada hace 200 millones de años tras la fractura geológica del supercontinente de Gondwana).
Los precios de mercado, que rondan US$50 por barril, no están ayudando a esos grandes proyectos. La perforación en aguas profundas es una de las prácticas más caras de la industria, que se vuelve menos atractiva a medida que los precios caen. Petrobras dijo la semana pasada que el costo de equilibrio de la producción presal es de entre US$45 y US$52.
Petrobras, que ya es la petrolera de envergadura más endeudada del mundo, había contado con las sólidas ganancias de producción para financiar una enérgica expansión en el mar, que se sumarían a los aportes de socios extranjeros que buscan aprovechar las gigantescas reservas submarinas de Brasil.
“Va a ser cada vez más difícil para Petrobras hacer realidad esta gallina de los huevos de oro”, dice Michelle Foss, economista de energía de la Universidad de Texas. El crudo presal es “muy difícil y caro, incluso en un entorno de un alto precio del petróleo”.
Una portavoz de Petrobras dice que la compañía sigue avanzando en sus proyectos presal “de una manera económicamente viable”.
Los recortes, sin embargo, ya se vislumbran. A pesar de que todavía no ha proporcionado detalles, Petrobras anunció en diciembre que reducirá la escala de un ambicioso plan de inversiones de capital de US$220.000 millones, de los cuales casi la mitad estaban destinados al desarrollo de los campos presal.
Descubiertos en 2007, los depósitos están situados a unos 322 kilómetros de la costa sureste de Brasil, por debajo del lecho submarino y cubiertos por la capa de sal que les da su nombre. El hallazgo fue anunciado en su momento como una bonanza que convertiría a Brasil en uno de los principales productores de petróleo del mundo. Tras el hallazgo, el entonces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, pronunció la célebre frase de que “Dios es brasileño”.
La producción de los yacimientos presal ya representa casi un tercio del total de 2,3 millones de barriles de crudo que la empresa genera al día. Los planes de Petrobras apuntan a que, hacia 2020, su producción ascienda a cuatro millones de barriles diarios, la mayoría de ellos proveniente de las reservas presal.
Sin embargo, no está claro de dónde van a venir los recursos. Petrobras se endeudó fuertemente para financiar los esfuerzos iniciales de exploración y de desarrollo, y ahora carga con una deuda del orden de US$170.000 millones, según Moody’s Investors Service.
Aunque Brasil ha cortejado potenciales socios para desarrollar sus riquezas del crudo presal, pocas grandes petroleras han respondido con inversiones, desalentadas por las reglas del gobierno brasileño como la que establece que Petrobras sea el único operador de los yacimientos presal.
Las autoridades están considerando flexibilizar esos requisitos. Pero incluso si eso ocurre, no está claro cuál será el interés internacional en un contexto de precios tan deprimidos.
“Están en una situación difícil”, dice Foss de la Universidad de Texas. “Las empresas internacionales van a mantenerse alejadas de todo lo que sea de alto costo”.
Los planes de la compañía se complican más por el enorme escándalo de corrupción que ha dominado los titulares de la prensa brasileña desde que salió a la luz pública en marzo pasado.
Los investigadores federales alegan que Petrobras estaba en el centro de un presunto caso de sobornos en el que las empresas constructoras sobrefacturaron por contratos de Petrobras, dividiéndose las ganancias mal habidas con ejecutivos de Petrobras y políticos locales. Tres ex ejecutivos de Petrobras han sido arrestados.
Petrobras dice que es una víctima de la presunta estafa y está cooperando con los investigadores. La compañía ha puesto en marcha su propia investigación interna y hace poco dijo que mientras continúa la pesquisa dejó de trabajar con las 23 constructoras vinculadas a la presunta red.
La compañía, que pospuso dos veces el anuncio de sus ganancias del tercer trimestre mientras trata de cuantificar los potenciales cargos contables relacionados con la corrupción, informó que planea dar a conocer sus resultados no auditados a su directorio el 27 de este mes y que podría anunciar sus ganancias al público ese mismo día. No dio una fecha para presentar resultados auditados.
Petrobras, cuyos ADR cotizan en Nueva York, también está siendo investigada en Estados Unidos por la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Justicia.
El flujo constante de malas noticias ha golpeado las acciones de Petrobras, que han caído 55% en los últimos seis meses. Sus bonos se transan cerca de mínimos históricos. A finales del año pasado, Moody’s Investors Service rebajó la calificación crediticia de la compañía de Baa3 a Ba1 y sus calificaciones de deuda en moneda local y extranjera a Baa2 desde Baa1.
La deuda de Petrobras mantiene su grado de inversión. Sin embargo, la rebaja ha impulsado al gobierno de Brasil a declarar que garantizará la deuda de la compañía en caso de ser necesario.
Todos estos factores están influyendo sobre los planes de Petrobras para el futuro.
La empresa “podría no ser capaz de cumplir algunos de sus objetivos para 2020”, dice Ricardo Bedregal, analista de la consultora IHS en Rio de Janeiro. “Creo que va a ser difícil para ellos”.