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Jared Kushner, el arma secreta de la campaña de Donald Trump

Jared Kushner, el arma secreta de la campaña de Donald Trump

En política, y especialmente durante una elección presidencial, el ganador se lleva todos los reflectores y es común que el hombre de la calle piense que él o la candidata logró llevarse el premio mayor en soledad, con una especie de capacidad mágica para ganarse a las masas. «Campaña» representa, así sólo, una palabra para algo que no comprendemos y cuya magnitud seguramente ignoramos.

Ya todos sabemos que Donald Trump logró el revés más significativo de la política moderna cuando venció en las urnas de manera inesperada a Hillary Clinton, un hecho que resonó más allá de los límites de un país. Lo que algunos aún ignoramos es cómo lo hizo. El carisma y los exabruptos de Trump por muy divertidos que fueran no podrían haberlo hecho por sí solos. La pieza del rompecabezas que falta en ese cuadro se llama Jared Kushner.

Jared Kushner comparte con Donald Trump dos pasiones, una su hija Ivanka, con la cual está casado, y la otra es el negocio de los bienes raíces. Kushner es el meticuloso administrador de un imperio familiar de bienes inmuebles en los Estados Unidos. Kushner, de 35 años, ya se codeaba con muchos de los líderes más influyentes de los Estados Unidos incluso antes de susurrar al oído del ahora Presidente más importante de planeta.

En los albores de la campaña Kushner tan sólo fungía como un asesor en materia de impuestos y comercio, pero poco a poco se fue situando como un puente confiable entre algunos personajes influyentes y lo que muchos de ellos consideraban como un candidato errático. “Yo ayudé a facilitar muchas de las relaciones que no se habrían propiciado de otra manera”, dijo en algún momento el propio Kushner. Esto le dio cada vez más influencia frente al temible Donald.

Cundo el defenestrado Jefe de Campaña, Corey Lewandowski, dirigía las cosas, el cuartel de la Torre Trump no tenía ni pies ni cabeza, es decir que no había entrado a la era de modernidad que requería esta campaña. Fue el momento en el que Kushner demostró su valía y se ganó sus galones. Comenzó a darle una forma operativa a la campaña en cuestión. Pronto ensambló un equipo de discursos y de formulación de políticas, se hizo cargo de la agenda del magnate y manejó con pericia las finanzas del equipo.

De hecho la falta de experiencia política de Kushner se convirtió en una ventaja en esta elección, ya que ello lo habilitó para entender la campaña con la mentalidad de un empresario de Silicon Valley, fue eso lo que llevó a Donald Trump a la modernidad. Kushner entendió que los tiempos han cambiado y que el campo de batalla ya no es el mismo de ayer. Con menos televisión y radio, Twitter y Facebook se convirtieron en el combustible de una campaña que se encargó de propagar el mensaje de Trump como una flama.

Con estas nuevas estrategias fue posible identificar los cambios en las sensaciones de la gente, potenciales inversores, y colegas en tiempo real. Kushner y sus muchachos lograron penetrar en la urbe de datos del Comité Republicano de manera estratégica, y asociándose con analistas de Cambridge y otras organizaciones de recauda de información, identificaron qué elementos de la oferta electoral de Trump importaban más, y cuáles hacía falta abordar. Mientras en televisión, los presentadores y medios tradicionales destrozaban a Trump, en la calle y en las redes sociales, el americano común conectaba con él.

Kushner construyó una herramienta de geo-localización que agrupaba la densidad poblacional de 20 segmentos distintos de votantes mientras el flujo de información llegaba al cuartel en vivo desde la interfaz de Google Maps. Muy pronto estos datos determinaron la dirección que tomaba la campaña, desde los viajes, la recaudación, la publicidad, los mitines, hasta el contenido de los discursos que se habrían de pronunciar.

Irónicamente Kushner llegó a la política con una mentalidad cien por cien afín a Silicon Valley. Una cultura que predica valores de apertura e inclusión, pero para ponerla al servicio de un candidato que hablaba de cerrar fronteras, de proteccionismo económico, y de restricción religiosa. Aún así la lección se sostiene: la política como casi todo lo demás en este mundo ha sido trastocada irrevocablemente por las redes sociales y el poder de la tecnología, aunque por supuesto que con la ayuda de las mentes que sí saben utilizarla.

Sus amigos de Silicon Valley le brindaron nombres claves de sus colaboradores, a quienes contrató. Aprendió todo sobre las estrategias de micro-focalización de Facebook y las encontró óptimas para el mensaje directo de su suegro: logró que rápidamente las gorras con la leyenda «Make America Great Again» y otro merchandising de Trump pasara de vender USD 8.000 a USD 80.000 por día. Logró que un video de USD 160.000 de costo consiguiera 74 millones de vistas. La publicidad, tanto en televisión como en internet, se redujo; Twitter y Facebook fueron los motores, lo cual a su vez permitía recoger más información, en tiempo real, sobre los votantes y sus sentimientos.

mundiario

Guardado en Mundo, Politica 9 enero, 2017 – 9:31 pm

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