Sea cual fuere el resultado del balotaje de hoy, en el gobierno de Río Negro están convencidos de que el próximo presidente aplicará una devaluación del peso y que con una medida así quedará atrás lo que caracterizan como una economía ficticia. Los funcionarios tienen identificados los sectores que podrían beneficiarse rápidamente con esa medida –los exportadores, el turismo receptivo de extranjeros y la captura de la renta petrolera por parte del Estado–. El gobernador Alberto Weretilneck no deja de ser ingenuo cuando les dice a sus colaboradores que espera que un aumento de la cotización del dólar no impacte demasiado en los precios.
La agricultura en los tres valles del río Negro, el petróleo del oeste y el turismo de la cordillera (más el que crece en el este) son las principales economías de la provincia.
En el 2001, cuando el precio interno del barril de crudo estaba aún atado a la cotización internacional en las provincias productoras (Neuquén, Santa Cruz y Chubut, que concentraban y concentran aún la mayor producción), los ministros de Economía fantaseaban con una devaluación. El sueño se hizo realidad al poco tiempo y los ingresos en concepto de regalías se multiplicaron, de un día para otro, hasta por tres. El barril estaba apenas por encima de los 20 dólares y ni en la más optimista de sus predicciones se ilusionaban con que, además, la cotización fuera creciendo hasta alcanzar los 150 dólares hacia el 2008 (después el gobierno nacional lo fijó en 42 para el mercado interno). Semejante devaluación significó un aumento inmediato de las regalías de las provincias productoras (Río Negro entre ellas) que pudieron mantener el nivel de ingresos a pesar de la caída de la producción.
Hoy el escenario es completamente diferente porque, con el barril de petróleo en torno de los 40 dólares en el mundo, el gobierno nacional (ahora con una porción enorme del negocio en manos del Estado, vía YPF) lo mantiene por encima de 75 en el mercado interno. Devaluación mediante, sea cual fuere el presidente que se conozca esta noche, Weretilneck cree que las regalías aumentarían, aunque difícilmente ese precio interno se pueda mantener sin subir el precio de los combustibles, con el efecto dominó que supone una medida así.
Bariloche es más caro que Cancún. La gente prefiere irse a Río de Janeiro. No hay empresario de Bariloche que no se queje de la falta de competencia del principal destino turístico de la provincia. «Somos caros en dólares, los brasileños ya no vienen», dicen.
¿Una devaluación le devolvería la capacidad de competir a Bariloche? No se ponen de acuerdo; el miedo de que el remedio sea peor que la enfermedad asusta a los que hasta ahora se las arreglaron para seguir sosteniendo pequeñas hosterías, algún complejo de cabañas o un restaurante.
Además, la suerte de la temporada de verano ya está echada y existe algo así como el convencimiento de que, frente a la incertidumbre de lo que vendrá, los argentinos que no pudieron viajar al exterior hasta ahora en enero optarán por destinos locales. El asunto es el invierno.
Gustavo Gennuso, el intendente electo de Bariloche, quiere que la ciudad recupere al turista ABC1, que opta por el exterior o por Las Leñas, y al esquiador que se fue al cerro Castor, en Ushuaia. La clave está entonces en la gallina de los huevos de oro, el cerro Catedral, hoy en manos del grupo Vía Bariloche, de los Trappa, una familia con muy buena relación con Weretilneck.
Es difícil negociar con los Trappa, un grupo en plena expansión que, se dice, hasta quiere quedarse con los centros de esquí de la región. Pero a Gennuso no le queda otra. La concesión está en manos de este grupo y, con un contencioso en Viedma contra la municipalización del cerro, mantiene firme la presión para lograr una prórroga de la explotación y un desarrollo inmobiliario en la montaña que financie un plan de inversiones que en el equipo del futuro intendente juzgan como bastante serio. La prórroga a la que aspiran es de 25 años. La concesión vence en una década.
La fruticultura es la actividad productiva de la provincia que más habla de devaluación. Exportadores, jugueros, empacadores, empresarios del frío, sindicatos y productores presionan por una cotización del dólar superior que les permita –dicen– acomodar sus costos a los precios de los mercados internacionales.
Pero en el gobierno provincial también mencionan la cebolla del Valle Inferior que se exporta a Brasil, el hierro de Sierra Grande (en manos de la china MCC) y la alfalfa del Valle Medio.
En días, en el Ministerio de Economía de la provincia asumirá Isaías Kremer, un economista heterodoxo, docente universitario, que manejó durante más de una década las finanzas de la Municipalidad de Cipolletti.
Kremer tiene fascinación por los fondos anticíclicos: guardar en épocas de prosperidad para cubrir agujeros en tiempos de vacas flacas. Dicen que en Cipolletti ahorraba recursos sin que el entonces intendente Julio Arriaga lo supiera, algo que difícilmente pueda hacer con Weretilneck.
La decisión de suscribir letras del Tesoro con los fondos de las prórrogas (que no son dólares sino pesos) tiene el sello indisimulable de Kremer y la de haberse gastado más de un tercio de los 900 millones originales, el del gobernador.
RioNegro